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Finalmente, se nos fue Nélida.
El sábado 21 de marzo, mientras en casa de Federico los sub-primos desplegaban todo su bullicio y la alegría de compartir un rato juntos, Lela nos dejó, silenciosa, casi disimuladamente.
El Destino depara este tipo de contrastes y suele sorprendernos mostrándonos, al mismo tiempo, caras opuestas de una misma moneda.Con Nélida se fue el último de los siete hermanos Sbarra, los hijos de Humberto y Ciriaca. Para nosotros, los primos mayores, nuestros casi legendarios tíos de la casa de Calle 1.
Compañera inseparable de mamá, durante más de 90 años compartieron prácticamente todo. Hasta último momento se visitaron y se llamaban por teléfono para comentar novedades y para refrescar recuerdos familiares de una época que se fue para siempre. Más que hermanas, Lela y Dory fueron compinches, amigas y hasta... ¡vecinas.!!Pero la vida no fue fácil para Nélida, que se vio sometida a la peor de las pruebas que una madre pueda enfrentar. Somos cincuenta y seis (por el momento) los descendientes de Humberto y Ciriaca, y afortunadamente ningún otro -absolutamente ninguno- debió vivir una experiencia tan triste y aterradora como la que Nélida fue obligada a atravesar.
La incertidumbre y la duda respecto a la vida de un hijo son, seguramente, muchísimo más difíciles de sobrellevar que la certeza de su muerte.
Sin embargo, reprimiendo angustia y dolor, y sacando fuerzas de quién sabe dónde, Nélida se sobrepuso a esa instancia y nos regaló un espíritu invariablemente positivo, unas ganas de vivir inclaudicables, un sentido del humor extraordinario y una lucidez sorprendente.
Yo la visitaba siempre los 5 de octubre, día del cumpleaños de Marianito, pero me hacía el distraído y jamás mencionaba el tema. Hablábamos de cualquier cosa como si fuera un día más. Pero una de las últimas veces, hace un par de años, me miró fijo a los ojos y con firmeza suficiente como para desbaratar cualquier intento mío de negarlo, me dijo: “Yo sé perfectamente por qué venís a visitarme hoy…” y clavó al final una sonrisa maliciosa que me desarmó definitivamente. ¡¡Me tenía totalmente calado..!!Me encantaba visitarla porque las charlas eran siempre atrapantes. Cuando se interesaba por mis cosas lo hacía con la avidez y curiosidad de quien se preocupa verdaderamente por la vida de quien tiene delante. Y cuando me contaba anécdotas o historias del pasado familiar lo hacía con una gracia, un entusiasmo y una agudeza que daban ganas de quedarse horas escuchándola.
Mi razón no pide piedad,
se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual,
sólo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará, siempre.
Y sí, Lela, te recordaremos siempre. Porque, aunque te fuiste, vas a seguir estando…
Dickie
Dickie















