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para ampliarlas)
En el Rugby, ser
Capitán del equipo tiene un significado muy especial.
La
Capitanía es, en primer lugar, un honor. Pero entraña, paralelamente, una enorme
responsabilidad. No se espera que el Capitán sea el mejor jugador del equipo
(aunque a menudo lo es) pero sí que sobresalga en todo. Debe dar el ejemplo
dentro y fuera de la cancha y su comportamiento y sus actitudes siempre marcan
el camino que sus compañeros deben transitar.
Durante
el juego el Capitán tiene la voz de mando.
Es el único que puede dirigirle la palabra al juez y es quien debe tomar
las decisiones e indicar qué debe hacerse en cada caso. Debe alentar a sus
compañeros, ordenarlos y, si fuera necesario, mantener la disciplina dentro del
grupo.
En
La Plata Rugby Club haber sido Capitán del primer equipo equivale a portar, por
el resto de tu vida, una distinción que los demás reconocen muy especialmente. Sobre una de las paredes del quincho del Club
existe una gran marquesina de madera en la que figuran, año por año, los
nombres de todos los que fueron Capitanes del primer equipo. Es una especie de reconocimiento permanente
para que todos los que pasan por allí conozcan sus nombres (para ver la lista completa, click aquí).
Yo
tuve el honor de ser Capitán del primer equipo en 1972, año en que salimos
campeones y recuperamos la categoría (División Superior) que habíamos perdido la
temporada anterior. Por muchas
circunstancias, ése fue un año inolvidable para mí.
Mariano Montequín -Marianito,
para la familia; Mané para los
amigos- brillante jugador y mejor
persona, fue uno de mis compañeros en aquel memorable equipo, junto con Pablo Balut, luego esposo de Diana. Los tres jugamos juntos casi
todos los partidos de la temporada y nos dimos el gusto de devolverle al Club
el lugar perdido el año anterior.
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| Ascenso 1972 - Parados: 4to: Pablito Balut; 6to: Dickie; 7mo: Mariano |
Dos
años después, en 1974, fue Mariano quien
ocupó el honroso cargo de Capitán del Club, pero no pudimos jugar juntos porque
una seria lesión en mi rodilla me mantuvo fuera de las canchas toda la
temporada.
Mané era pasional pero inteligente y de muy pocas palabras, con una capacidad excepcional para comprender el juego desde adentro y, sobre la marcha, indicarle a sus compañeros qué era lo que había que hacer. Fue también un extraordinario jugador de seven y a fines de 1974 capitaneó el equipo que ganó el tradicional Seven Nocturno del Club Daom, en el que participaban los equipos más importantes de la Unión.
Tres años después, el 6 de diciembre de 1977, Mariano sería secuestrado y desaparecido para siempre (para conocer detalles de aquella noche terrible, click aquí).
Mané era pasional pero inteligente y de muy pocas palabras, con una capacidad excepcional para comprender el juego desde adentro y, sobre la marcha, indicarle a sus compañeros qué era lo que había que hacer. Fue también un extraordinario jugador de seven y a fines de 1974 capitaneó el equipo que ganó el tradicional Seven Nocturno del Club Daom, en el que participaban los equipos más importantes de la Unión.
Tres años después, el 6 de diciembre de 1977, Mariano sería secuestrado y desaparecido para siempre (para conocer detalles de aquella noche terrible, click aquí).
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| El famoso seven de 1974. Mariano, el 3ro de arriba |
Hace
pocos meses, durante una cena en la que todos los años se convoca a los
jugadores de todas las épocas que han pasado por el Club, se hizo un homenaje
especial a los Capitanes, mencionándolos y entregándoles un banderín conmemorativo.
Recibí
el mío, con orgullo y alegría, y cuando dijeron “1974... ¡Mariano Montequín!”, fui otra vez yo quien subió al
estrado para recibir el banderín correspondiente, pero esta vez con un tremendo
nudo en la garganta.
Me
entregaron el banderín de Mariano, que recibí muy emocionado, y fue en ese
momento en que, poco a poco, se empezó a escuchar un murmullo que empezó en voz
muy baja pero que inmediatamente inundó todo el salón durante varios minutos: “¡¡Mariaaaaano..!!
Mariaaaaano..!!”
Mantuve
como pude mi sonrisa dibujada en la cara pero cuando volví a mi mesa tenía el banderín
de Mané estrujado en mis manos y mi
cara bañada en lágrimas.
Dickie







