Algún día todas las familias tendrán algo así…

Foto: Lidia Estela

diciembre 28, 2014

Corazón partido...

Sobre uno de los laterales de la Plaza Castelli, más precisamente en 65 esquina 25, está emplazada una hermosa y original escultura, obra de Aldo Simonetti.


Cuando se la observa de frente (viniendo por calle 25 hacia la plaza) se aprecia un rectángulo vertical de metal blanco, en cuyo centro aparece calado el inconfundible mapa de Italia.
(click en las imágenes para ampliarlas)

Sin embargo, a medida que uno se desplaza hacia la derecha se observa que el mapa de Italia se empieza a dividir longitudinalmente porque la mitad de la izquierda se encuentra en un plano más cercano al observador y la mitad de la derecha en un plano un poco más alejado.


La perspectiva y el movimiento generan en el observador la sensación de que Italia “se va partiendo al medio” hasta convertirse en una imagen irreconocible.


La escultura está emplazada sobre un cuadrado que semeja el plano de La Plata y refleja de manera impecable  -tanto artística como simbólicamente-  esa angustiosa ambigüedad afectiva que los inmigrantes llaman “el corazón partido”.


La próxima vez que pasemos cerca de 65 y 25 tomémonos unos minutos para pegarle un vistazo a la obra que Aldo Simonetti  -Sbarrita por adopción-  le regaló a nuestra ciudad.

Y cuando caminemos frente a la escultura y veamos cómo Italia se desgarra en dos, pensemos por un instante en Giovanni Battista Gabriello Sbarra, que hace unos 150 años dejó para siempre su casa en Portoferraio, en la Isla de Elba, para recalar en estas tierras, engendrar al Abuelo Humberto y sembrar de tal forma una de las dos semillas de las que germinaría nuestra familia.


En algún escondido rincón de nuestro ADN, todos los Sbarritas llevamos impresa la sensación de angustia y “el corazón partido” que Giovanni Battista Gabriello Sbarra seguramente sintió y que Aldo ha sabido plasmar de manera inmejorable. 

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Querida familia adoptiva:
Me produjo un sentimiento de sorpresa y profunda emoción, el comentario sobre el monumento.
Todo surge cuando mis paisanos me piden que haga un monumento a nuestra comunidad, que en el barrio del Seminario ha desarrollado una obra importante, denominada Centro Cultural Bivongesi (el nombre del pueblo).
Al día de hoy tiene un Jardín de Infantes, Escuela Primaria y Secundaria bilingües.
Para poder responder a las expectativas de mis coterráneos, necesité encontrar un argumento verbal convincente y después ver cómo se podía transformar en argumento material comunicacional.
Les dije que cuando un Bivongese emigra desde su patria, llega al puerto de Buenos Aires como un ser fraccionado, partido en dos. Tiene el cuerpo apoyado en la Argentina y el corazón, los afectos y todo lo que uno es (los recuerdos) anclados en el pueblo.
Este Ser es recibido por la ciudad de La Plata con gran generosidad y en ella poco a poco se van cicatrizando sus heridas, los nuevos afectos y amores lo vuelven a completar como individuo en plenitud.
El discurso verbal se concreta tomando una lámina de hierro en la cual viene calada la forma de Italia (que nos representa más ampliamente) partida en dos pedazos y enclavada en un plano que representa la ciudad, que los recibe tan generosamente como entonces.
Las dos láminas están separadas ochenta centímetros, distancia que permite que un cuerpo nuevo las pueda atravesar.
Otra premisa de la obra es que sea dinámica, cambiante y este cambio lo produce el observador con su recorrido.
Cuando la obra se inauguró, recibí el honorario más caro que haya cobrado en mi vida profesional: un viejo paisano la miraba inmóvil con el rostro surcado por lágrimas.
Me había entendido.
Aldo