En el 55, revolución libertadora mediante, la tía Dory un poco asustada por las noticias que llegaban por la radio, cruzaba con la olla de la comida y los chicos hasta la casa de su mamá, que quedaba en la misma calle 1 en la vereda de enfrente. En esa casa vivía Ciriaca (la mamá), el tío Roberto (uno de los hermanos) Nélida (su hermana y mi mamá), Mariano (mi papá) Marianito (mi hermano) y yo. La tía Dory durante el día, estaba sola con los chicos porque Guica (su marido) trabajaba todo el día en Buenos Aires. Por eso cuando pasaba algo fuera de lo común, como cuando había alerta en YPF o una tormenta tremenda, cruzaba a la casa familiar buscando resguardo. Pero también cruzaba todas las tardes porque las dos hermanas atendían a su mamá que estuvo enferma muchos años. Y porque además antes era así, las familias se visitaban muy seguido, Delfor y Lidia venían a tomar mate cada dos por tres, Yiyo salía un rato del consultorio para charlar, Nolo pasaba como una ráfaga a la noche, Jilma venía con su costura, y los domingos estaban todos…
Pero Dory estaba siempre, era para mí una presencia cotidiana, ella y sus hijos (Dickie, Eddy y Willie) formaban parte de mi vida de todos los días. Me gustaba mucho estar con ella, me encantaba mirar como forraba los cuadernos, con una prolijidad increíble… Yo le pedía que forrara los míos con el papel araña verde o azul que se usaba entonces. A veces me hacía ropita para mis muñecas, juntas mirábamos las figuritas de brillantes que yo tenía y que le encantaban. Creo que como no tenía hijas mujeres yo cubría un poquito ese lugar y de ahí la conexión que teníamos. A veces la venía a buscar Guica y entonces se quedaban los cuatro charlando sentados a la mesa del comedor. Yo me tiraba en el sillón que estaba cerquita, las voces eran muy tranquilas, no prestaba atención a lo que decían, lo percibía como un sonido, como un run run y entonces de a poco empezaba a arroparme una maravillosa sensación de bienestar, hoy la pienso como la sensación de que en ese lugar y en ese momento nada malo podía pasar… Es sabido que las huellas de la infancia son indelebles (para bien o para mal), creo que por eso ya de adulta, cada vez que estaba con mi tía Dory la sensación de bienestar aparecía, tal vez no con la misma intensidad de antes, pero igualmente reconocible. Y es increíble pero escribiendo esto y pensando en Dory, ese recuerdo late, vivo…
Es la referencia a un lugar donde siempre está bueno volver.
Diana

5 comentarios:
Hola, Diana..!!
Te quiero contestar enseguida, mientras me dura la piel de gallina en el cuerpo, la sonrisa en los labios y el brillo en los ojos:
Lo que escribiste es hermoso..!!!
Me encantó, de verdad, y te lo agradezco de todo corazón.
No creo tener mucho futuro como profeta, pero no me equivoqué cuando predije que vos ibas a tener una participación activa y muy valiosa en el blog. Ahora cruzo los dedos para que se mantenga...
Un beso enorme y otra vez, muchas gracias.
Dickie
Jugando con los recuerdos...
Dejándome llevar por los recuerdos aparecieron algunos que quiero compartir:
Aparecieron unas correas color azul fuerte llenas de cascabeles para jugar a los caballitos, una para cada uno!! (por lo menos para los mayores) hechas por Dorita y se mezclaron con el ruido del agua y las risas en una pileta color verde brillante (única para esa época).
Apareció también un viaje a Buenos Aires con abuelo, que todo el tiempo recalcaba "...estos trenes ya no son los mismos, escuchá ese durmiente!" Íbamos a tomar el té al edificio más alto de entonces.
Se suceden éstos y muchos más, pero también uno muy fuerte: siempre recurríamos a Dory para dirimir algún conflicto (creo que no eran muchos) y ella con mucha paciencia y Justicia, ponía las cosas en su lugar. Y así seguía una tarde compartida entre abuelos, cuñadas y muchos primos.
SILVIA
Les cuento que entre los comentarios sobre la apasionante historia de amor entre Eddy y Gustav van a encontrar una contribución especial de último momento que no pueden dejar de leer.
Aprovecho y les agradezco a todos(en especial a Dickie) porque este espacio me permitió descubrir algunas cosas de la familia que desconocía, incluso anécdotas de la infancia de mi mamá que nunca había escuchado, y eso es algo que siempre enriquece.
Hoy estuvimos con Leli un rato largo mirando el blog y los aportes de todos.Llegó a confesarme que si tuviera unos 30 años menos se empaparía de información sobre el universo cibernético para poder participar más seguido en este ida y vuelta de novedades y recuerdos. También dijo que cree recordar que el edificio alto del que habla Silvia se llamaba Cabalajh (o algo asi)Puede ser???
Abrazos para todos y gracias de nuevo!
Manu
Sí, Manuela, el edifico era el Kavanagh, que estaba (y está) en San Martín y Florida, frente a la Plaza San Martín.
Cuando se construyó, en 1936 era el más alto de Sudamérica y durante mucho tiempo fue el más alto del país.
DR
Querida Diana:
Me encantó tu historia, la pintás tan bien a Dory! Ella tenía un amor especial por vos; eras la menor y la hija que ella nunca tuvo. Miro la foto de Dory en el blog y todavía no puedo creer que ha fallecido. Siento que si la llamo por teléfono a la casa, como hacia casi todos los días hasta hace dos semanas, me va a contestar! Me pasa lo mismo con Guica: cuando los padres fueron muy buenos padres, no se van nunca nunca de tu lado...
A mí me sorprende cómo en nuestra familia Sbarra había tanto tío y tanta tía, y tanto primo, y no había ni uno solo que desentonara! Eran todos extraordinarios! Todos eran diferentes, me encantaría ponerme a hablar de cada uno, porque individualmente cada uno de ellos me inspira a recordarlos con sus particularidades exclusivas y el afecto específico que les tenía.
Diana, yo también recuerdo las dramáticas cruzadas de la Avenida 1 con Dory llevándonos de la mano y acarreando la olla a presión, la Marmicoc, con las verduras cocidas, para resguardarnos por unas cuantas horas en tu casa, cuando acechaba algún peligro, como contás en el año 1955 en oportunidad de la Revolución que derrocó a Perón, "en caso de que bombardearan la petrolera y explotara todo".
Por supuesto recuerdo las más de las veces, en que íbamos sin crisis a la casa de tu infancia, para verlos a ustedes y a la abuela Ciriaca, o para ver algún programa de televisión, porque en casa de ustedes había tele y en la nuestra no. Y la máxima felicidad eran los domingos, cuando invadíamos la casa todos los primos, y allí era un bullicio y una felicidad total y jugábamos con Colita y comíamos galleta Tibar.
A Manuelita la amo, Diana, porque la miro a ella y te veo a vos. Mirar a tu divina hija es para mí un viaje en el tiempo.
Besos,
Eddy.
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