(click en las imágenes para ampliarlas)
Dory siempre nos hablaba de Evelyn.
Desde chiquitos escuchamos repetidamente la historia de la “alemana, rubiecita, divina…” que ella tuvo como alumna de primer grado en el Colegio Misericordia allá por 1939/40.
Sobre el fin de la 2da. Guerra Mundial y ante la inminencia de la derrota alemana, sus padres la enviaron a la Argentina, donde vivían sus abuelos. No conocemos bien esa parte de la historia pero lo cierto es que ocupaban un gran chalet sobre calle 3 en la manzana de lo que por entonces era ‘la Usina de La Plata’, ubicada entre las calles 3, 4, 44 y 45, donde se generaba -o se distribuía- la energía eléctrica de la ciudad.
El Colegio Misericordia estaba -y está- en calle 4 entre 43 y 44, y allí fue inscripta Evelyn, que al principio, lógicamente, no hablaba una palabra de castellano. Dory fue su primera maestra. La que además de enseñarle a leer y escribir, también la ayudaba a aprender a hablar. Y la mimaba…
“Era preciosa, con un pelo rubio larguísimo… Yo la sentaba en mis faldas, le hacía trenzas, lo cepillaba… y ella me miraba sin decir nada, con esos ojos celestes, enormes…”, nos contaba siempre.
Eddy, Willie y yo crecimos escuchando la historia de Evelyn, que Dory repetía con añoranzas como si aquella alemancita misteriosa y desconocida hubiese sido la hija que nunca tuvo, nuestra secreta casi hermana.
“¿Y qué fue de su vida? ¿La volviste a ver?”, preguntamos más de una vez.
“No. Nunca más supe de ella…”, respondía Dory con un dejo de tristeza.
Pasaron los años (muchos) y el 15 de mayo de 2002 falleció papá, el inolvidable Guica, ése que con su serenidad y su sabiduría aún hoy sobrevuela mi existencia casi a diario. Dory estaba allí, en su velatorio, bancándose con resignación la partida de su esposo desde hacía 60 años, su compañero de toda la vida.
Y fue entonces que ocurrió. Una mujer grande, regordeta, rubia, con enormes ojos celestes, se acercó con un pequeño ramo de flores entre sus manos. Se paró tímidamente delante de ella y no dijo nada…
La mirada que cruzaron atravesó más de seis décadas, traspasó el tremendo dolor del momento que mamá vivía, y se convirtió finalmente en una frase que, mirando fijamente dentro de esos grandes ojos celestes, Dory pudo pronunciar con firmeza: “Vos… sos Evelyn…”
Se abrazaron y lloraron juntas durante un buen rato.



8 comentarios:
Recuerdo perfectamente a Dory contando como peinaba la cabellera rubia de la alemanita. Una hermosa historia muy bien contada.
Yo también recordaba la historia. Lo que no recordaba era que se volvieron a ver.
Muy lindo.
Gra, una genia...!!!
Dory divina como me diverti con ella y Guica un hombre para admirar,DICKIE te felicito por la forma en que contas todo pareces un escritor,y Willy me lo encontre un dia y me lo recuerda mucho yo quise mucho ,a tus padres vivo por capital y cada vez que paso por el planetario pienso en ellos besos analia.
Me encantó el relato,me acuerdo perfectamente del cariño de Dory por esa niña sola.
Como Fede, no me acordaba el final de la histoa.
Demasiadas cosas para un mismo día.
Wili
Aprovecho la linda historia (yo también la conocía y alguien me contó el final hace poco) para renovar una propuesta que ya fue tirada x Dickie hace un tiempo: mandar pequeñas historias de los tíos y tías, para alimentar los recuerdos y continuar con la transmisión del anecdotario familiar. Ya se rescataron algunas de Roberto, ahora ésta preciosa de Dory y se puede seguir: Lidia, Jilma, Delfor, Nolo, Mariano...
Me emocionó la historia. Conocía parte de la misma, pero no el emotivo final. Una gran anécdota contada a la perfección. Brindo por Gra y Gui, dos abuelos BRILLANTES!
Que lindo Ver la foto de GRA! Mora
Gra: ¡Cómo te extraño..!
Publicar un comentario