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| La nota en El Día del domingo 29/09/13 |
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“Soy feliz, porque nunca aspiré a tener más de lo normal que tuve…”
Celia Ford (98), odontóloga, defensora de la infancia y de la cultura. Los chicos que se eternizan en los institutos de menores. Su paso por la Casa Cuna como custodia del legado de su esposo, Noel H. Sbarra
Por MARCELO ORTALE
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| Yiyo en la biblioteca [Foto El Día] |
En su casa de la calle 45, cerca de la plaza Paso, Celia Ford de Sbarra
sorprende por su lucidez intelectual y su vitalidad física, no comunes en casi
nadie que haya cumplido como ella 98 años de edad. Baja prestamente del primer
piso por la escalera, saluda, invita a pasar a otra dependencia, se ocupa ella
misma de correr las sillas para que la visita pueda sentarse. Ofrece café y
habla de los más de 130 cuadros “de firma” que tiene en su casa, la mayoría de
ellos de pintores platenses. Una sobrina nieta actuó de fugaz anfitrión, pero
pronto la dejó sola, enfrentada a la entrevista.
“Sabe, soy una persona feliz porque nunca
aspiré a tener más de lo normal que tuve siempre…”, dice. Nació en 1915, ya se
acerca al siglo y recuerda con precisión cada paso de su vida, cada uno de los
nombres referenciales, las fechas importantes, los amigos de la familia, los
pretéritos viajes de sus tías a Europa, el campo bonaerense en el que se crió.
En la puerta de entrada de la casa hay una
pequeña placa blanca: “Aquí vivió el Dr. Noel Sbarra, médico y humanista.
Homenaje de la Municipalidad de La Plata, 19 de noviembre de 1982”. Ella ha
sido y sigue siendo custodia del legado espiritual y científico que dejó su
esposo, con el que convivió treinta años: “mi pena es que no pudimos tener
hijos, pese a que lo quisimos”. Aunque está rodeada de sobrinos, sobrinos nietos
y sobrinos bisnietos.
Pero Celia Ford ha sido para la historia de la
Ciudad mucho más que una suerte de albacea de Noel Sbarra: además de haber
mantenido abierto durante décadas su consultorio odontológico, ella impulsó la
creación de la Fundación Pro-Infantia -a cuya comisión aún pertenece- y bregó
por el mejor desarrollo de la pintura y la música, tanto en los museos de
Bellas Artes y Municipal (Macla) como desde otras instituciones, entre otras de
las tareas que cumple y que le valieron distinciones de la Comuna y de la
Legislatura bonaerense.
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| Yiyo [Foto El Día] |
Es hija del descendiente de galeses, Guillermo
Horacio Ford y de Concepción Pagardoy, a quien conoció en Montevideo. El
matrimonio vivió y trabajó en varios campos, ubicados en San Carlos, en el
partido de Magdalena y en cercanía de Carlos Casares. A raíz de ello Celia
debió estudiar sola, como alumna libre, buena parte del primario y del
secundario, ya que no había escuelas en kilómetros a la redonda. Cuenta que
para el secundario “tenía que dar exámenes como alumna libre en el Nacional de
Chivilcoy…eso era un esfuerzo enorme. Daba por ejemplo once materias, pero
primero el escrito y luego el oral. O sea 22 exámenes en una semana”.
“En el campo leía muchísimo, los griegos, los
latinos, leí las fábulas de Esopo, a Sarmiento, a Mitre, a los autores en boga
entonces. Y yo era una jovencita que no tenía amistades, no me gustaba salir.
Mis hermanos iban a fiestas, pero a mí no me interesaba”.
Ya bachiller se anotaría en la facultad de
Odontología de la Universidad Nacional de Buenos Aires, para graduarse pocos
años después.
| Yiyo, Nélida y Dory en lo de Diana (30.07.06) |
¿Por qué estudió odontología? ¿De dónde le salió esa vocación?
“En primer lugar, en La Plata no se había
creado aún esa carrera. Así que la cursé en la Universidad de Buenos Aires. Lo
real es que mi verdadera vocación era la medicina. Me gustaba. Pero un conocido
de mi padre me insistió “no, vos no, vas a sufrir mucho con la medicina, sos
muy sensible”. Así que rumbeé para la odontología”
¿Habría
muy pocas mujeres en la facultad?
“Poquísimas…En mi curso éramos solo tres. Las
tres nos recibimos. Le estoy hablando de mediados de la década del 30. Sabe, no
era para nada común la presencia de señoritas en la Universidad. Una señora
conocida nuestra decía una vez, en voz alta, -sin saber que yo seguía odontología-
que “todas las que van a las facultades son mujeres de la vida…”. En realidad,
no decía mujeres de la vida, decía esa otra palabra… Imagínese cómo ha cambiado
todo”.
Usted
ha podido ver esta evolución del rol de la mujer, que ha sido tan radical en las
últimas décadas…
“Se ha tratado de un cambio extraordinario. Es
lo que correspondía. Ahora bien, yo pienso que si la mujer se ocupa sólo de
estos nuevos roles que le tocan, no podrá enfrentar el principal, que es el de
madre. Si yo hubiera tenido hijos…no hubiera podido atender el consultorio, sin
parar, durante tantos años, con total dedicación”.
También
habrá evolucionado y mucho la odontología en estos últimos tiempos…
“Claro que sí. Fíjese, ahora se utilizan
materiales que yo ya no conozco. Yo empecé a estudiar con el torno a pedal,
inclusive hice prácticas con el torno a pedal. Después, cuando me recibí, mi
padre me instaló el consultorio con un torno eléctrico. Y después vinieron los
tornos a turbina. Yo alcancé a trabajar con los tornos a turbina, tienen muchas
más revoluciones…”
¿Y
cuándo dejó de atender el consultorio?
“Dejé en 1969, cuando pusieron el IVA a los
médicos y a los consultorios. Me pareció algo improcedente, así que fui al
Colegio de Odontólogos y clausuré la matrícula. Distribuí con mucha
meticulosidad a mis pacientes, no los abandoné y no atendí más. Nunca entendí
la relación entre el IVA y una enfermedad…”
¿Cómo
fue su actuación en la Casa Cuna, que su marido dirigió tantos años?
“Vi que había mucho que hacer. Ahora ha
evolucionado mucho, las madres pueden estar con sus chicos internados. Pero
todo requiere de un esfuerzo muy grande. Por eso creamos la Fundación
Pro-Infantia. Lo básico para mí es lo que decía mi marido, Noel: los chicos no
debieran estar más de un año internados. Decía, que no se queden un día más de
lo que conviene. Hay que darlos en guarda, en adopción. Si no se hace eso,
empieza la judicialización, el chico se va de la Casa Cuna a un hogar, luego a
un instituto y muchos terminan después en la cárcel. No sé si el porcentaje es
válido: me dijeron que el 65 por ciento de los presos en una cárcel de adultos
fueron chicos abandonados…Debe hacerse algo con esto, ver las leyes que rigen,
cambiarlas si es preciso”
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| La Casa Cuna era 'la casa' de Noel |
En su
tarea en la Casa Cuna habrá visto casos dolorosos…
“Sí, sí. Una vez salía y me crucé con una
mujer que traía un paquete de diarios. Se acercó a la enfermera y se lo dio,
pero no era un paquete: era un chico. Yo me puse a llorar…una cosa tan triste.
Sabe, cada vez que alguno de mis sobrinitos cumplía años…yo llevaba dos
chiquitos de la Casa Cuna a esa fiesta para que disfrutaran…Y Noel me usaba
mucho a mí, me mandaba a comprar ropa. “Mañana no tenés nada que hacer, así que
me vas a comprar pantalones para los chicos”, me decía…”
¿Y cómo
es su relación con la cultura?
“Ah, hace mucho tiempo. En el Macla. Y antes
en el Museo Provincial. Me habían nombrado tesorera. Y trabajaba junto a Meme
Castedo, la mujer del doctor Castedo. Llevábamos un libro con los gastos. Un
día faltaban 5 pesos y nos pasamos varias horas hasta constatar en qué se
habían gastado…Me gustó siempre la pintura. Y la música también. Iba mucho al
teatro Argentino”
Las
paredes de su casa apenas pueden con los cuadros…
“Si, me gusta tanto lo abstracto como lo
figurativo…Tengo más de 120 cuadros de firma. La mayoría de platenses…Mire,
aquellos son de López Osornio, tengo ese otro de Alzugaray, a Guiraldez, a Hebe
Redoano, a Gray…Y también esculturas de Libero Baadi, de Noemí Gernstein”
¿Quién
fue para usted Noel Sbarra?
“Noel fue un hombre de una gran cultura. Muy
lector. Manejaba el idioma muy bien. Escribió mucho y sobre todo dos libros que
aún circulan y son consultados: Historia del alambrado en al Argentina (1955) e
Historia de las aguadas y el molino (1961). Y además fue decisivo en la
conducción de la Casa Cuna, allí dejó su impronta”.
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| Los libros de Nolo |
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Celia cuenta que come de todo, mientras se
trate de comidas sanas. “Tomo un poco de alcohol por día, un cuarto de
whisky…¿Caminar? Debería caminar mucho más. Pero en casa las escaleras me
obligan… Cada tanto voy al cine con un sobrino bisnieto, que tiene 15 años.
Vamos en taxi. Salimos del cine, vamos a tomar algo y volvemos caminando a
casa. Me siento muy bien con los chicos, tengo siete sobrinos bisnietos”. Ahora
está preocupada por saber cómo podrá donar la biblioteca familiar a la Casa
Cuna. “Hay problemas legales siempre, quiero despejarlos”. Pero añade que falta
mucho para esa donación. Sonríe: “¡ojalá falte mucho…!”


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4 comentarios:
Al fin se develó el misterio, al fin supimos la edad de Yiyo!!! y además yo particularmente me enteré cosas de su vida que no sabía, linda nota! ella lúcida como siempre. Qué ganas de verla!!!! y que hermosas esas fotos de las tres juntas, estuvo tan lindo ese encuentro! cómo extraño a esas dos hermanitas Sbarra... los abrazo primos.
¡Yiyo está bárbara..!!
La llamé esta mañana para felicitarla por la nota y es increíble lo bien que se la escucha y la lucidez con que habla.
Protestaba levemente porque decía que le cambiaron algunas cosas y no las publicaron como ellas las dijo...
La nota me pareció excelente porque se centra en su persona, que tiene brillo propio más allá de la influencia formidable ejercida por Nolo.
Si alguno de los primos tiene ganas de llamarla, a ella le va a encantar.
El teléfono es 483-3257
Abrazo,
D.
Si! Está muy lúcida y animosa. En cada visita te enterás de muchas cosas de la casa de calle 1 y de Nolo. Yo la veo cada un par de meses y les sugiero a quienes quieran visitarla (le encanta) hacerlo después de las 10hs, o después de las 17 hs.
Hay que avisarle antes, no dejó de ser coqueta!
W
Hoy, Dia de la Madre, la llame a Yiyo para saludarla en nombre de los 102 ninos internados en la Casa Cuna porque de alguna manera le pertenecen. La note muy bien, tal vez con la audicion un poquito disminuida, pero con una lucidez que conserva asombrosamente. Es la ultima representante de su generacion en nuestra familia, y un privilegio tenerla.
Eddy Randrup
Domingo, 20 de octubre, 2013
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